lunes, 3 de mayo de 2010

Esto no es Pintura























La obra de Luis Carrera apuesta por la inmaterialidad de las imágenes. En la era digital en la que vivimos, dar cuenta de lo que somos, hemos sido y vislumbrar a dónde vamos, es decir, conectarnos con nuestra trascendencia a través del arte en pintura, es un desafío hacia el objeto y es empujarlo a otra condición; que hable el cuerpo por su contenido.

Contener la Historia en cosas, por su densidad, es hoy un camino cerrado en la modernidad. Basta traer un USB, ahí podemos almacenar todo lo que ha sido nuestra HISTORIA, más ligero y pequeño “imposible”.

Luis no hace pintura, piensa sobre ella y lo manifiesta en imágenes. Asume la fatalidad humana en ellas, la erosión contemporánea, descarnando a La Pintura de su objetualidad. Lo hace al desdoblar su marco y usarlo como soporte, como si volteara el cuadro en sí mismo, hacia atrás y con ello permite que el paso del tiempo, el polvo y la humedad se adhieran a su composición. Integra la degradación material al objeto artístico y no lucha por contenerlo-preservarlos como la idea moderna de conservar la creación humana tal cual se hizo, intentando detener el tiempo sobre ella. Asumir el tránsito, incorporarlo y asimilarlo en el objeto preciado que es La Pintura como emblema de perfección occidental, es un acto arriesgado, como lo es vivir en el tiempo actual.


detalle de pieza

En el siglo XV en Occidente, se desarrolla el Humanismo, una de sus ramas se interesa por el sentido y la trascendencia humana; desde ahí se empezó a recuperar y conservar la memoria, a guardar lo más valioso de sí misma. Es así que las producciones sensibles, el Arte y en específico La Pintura toma relevancia y se construyen recintos para mantenerla, estudiarla y exhibirla. A la par nacen las Academias de Arte en el que se estipulan los preceptos, valores y cánones para producirla, significarla y verla. En ellos descansa toda la producción de Boticelli, Da Vinci, Rubens, Velázquez, y miles de artistas más.

Durante siglos pintar ha sido la máxima del Arte occidental. Producir el sentido de Belleza, de lo sublime, construir la posteridad a través de la estética, ha atraído a los más depurados espíritus.

Desde la primera gran crisis del mundo, la primera Guerra Mundial, el sentido de la humanidad y con ello todos los valores de Bien y Belleza se cuestionaron, los artistas y sus producciones dieron paso a otros sentidos de existencia e incorporaron otros conceptos, ampliando el caudal de Sentir Humano. La Pintura traspasó los preceptos de La Academia y amplió sus investigaciones dando el gran paso a La Pintura Abstracta, con todas sus implicaciones en el Expresionismo abstracto, el Action Painting y el Informalismo, entre otras.


A partir de la década de los años ochenta del siglo XX, las artes visuales han procesado la postmodernidad en La Pintura, a través del cuestionamiento disciplinar, otro gran paso se ha dado. En el que mutan las apreciaciones de La Pintura hacia evidenciar, develar el concepto mismo de SER PINTURA, su sentido intrínseco. Con ello se empieza a manifestar lo estimado en la nueva sensibilidad de la condición humana del siglo XXI, dar la posibilidad en el espectador de ser, de encarnar la perfección.

Es en este marco que el transitar de las obras de Luis tornan su sentido, al hacerlo denotan su quehacer por el acto pictórico como proceso y con ello las piezas resultantes son un residuo, un vínculo entre la fuerza preconsiente que habitó a Luis durante su formalización y el tiempo cotidiano. Durante este proceso Luis es un canal para acceder al trance, para dejar lo cotidiano y encontrar el espacio meditativo de interior-exterior, que conlleva a una resonancia estética y no mística. En ello hay una conexión con el acto preformativo, en el que Luis prepara el “set” para que aparezcan las obras, dejando que la pulsación energética se materialice, se devele, sobre papel en tintas, aguas de colores, vertidas con jeringas, con acentos de líneas gestuales. En ello libera a la pintura de su contenedor formal dado por el pincel permitiéndonos, a quienes observamos con naturalidad y apertura, ser concientes y estar presentes en el paso fluído de los materiales y con ello dar el paso, conectarnos a la inmaterialidad del espíritu, esencia de nuestra existencia.


olgaMargarita dávila garcía

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